miércoles, 25 de junio de 2014

CONFERENCIA DE MONSEÑOR FELLAY EL 27 DE FEBRERO DE 2014 A LOS PRIORES DEL DISTRITO DE FRANCIA EN FLAVIGNY.- PARTE 5

Esto quiere decir que nosotros, la Fraternidad, trabajamos en medio de un inmenso combate, donde justamente la conservación de la fe, la defensa de todos esos valores que todavía están en nosotros se revelan más que nunca, no solamente actual, sino urgente, en el sentido de urget.
Es necesario que estemos presentes en este combate. De allí la urgencia de salir de este clima de confusión que se ha extendido entre nosotros y que causa trastornos. Verdaderamente es necesario salir de allí. Si ustedes todavía tienen la mínima duda sobre el hecho que se buscarán acuerdos con Roma, puedo asegurarles que no es verdad. Y siento mucho si las torpezas han podido dar esta impresión. Les aseguro que no es verdad.
Reserva mental: acuerdo no, pero reconocimiento unilateral sí.
Si todavía hay contactos, es por ejemplo sobre un punto muy preciso, concerniente a la obtención de visas para nuestros sacerdotes en Argentina. Sobre este expediente, puramente administrativo, el cardenal Bergoglio, cuando todavía era arzobispo de Buenos Aires, se comprometió a ayudarnos: “Ustedes son católicos, escribiré a vuestro favor” (...) Un magistrado que se ocupa de nuestro expediente se reunió con el papa Francisco en otoño pasado, y el papa insistió de nuevo en ayudarnos sobre este punto particular. Él se dice comprometido por su palabra, su promesa de ayudarnos. Se trata entonces de un punto extremadamente preciso: la obtención de visas, el permiso de estadía de nuestros sacerdotes en Argentina. Él prometió que lo haría, ahora lo veremos, pero no es esto lo que nos guiará. Lo que nos guía es la voluntad de permanecer católicos.
(…)
No hay que entrar en las dialécticas o contradicciones estériles. No se trata de dejar nuestro priorato dejando a las 99 ovejas para ir a buscar la perdida; no se trata de eso. Por principio tenemos nuestro deber de estado que está allí donde estamos, donde el Buen Dios nos puso a cada uno de nosotros… Luego, si podemos hacer bien a nuestro alrededor, lo haremos. Si podemos hacer el bien a Roma, trataremos de hacerlo. Eso viene después, pero no se excluye, más bien está incluido. Hay que evitar ciertas dialécticas donde fácilmente se ponen en oposición las cosas, entonces se jerarquizan. Como la famosa cuestión de la vida interior y la vida apostólica, o la vida en comunidad y la vida apostólica. No se deben poner en oposición, van de la mano.
(…)
Las tensiones o las divisiones internas, actualmente, las encuentro estúpidas. Veo que hay razones y que hay que evitar las torpezas, etc. pero estamos sospechando unos de los otros, estúpidamente, de manera que estamos haciendo verdaderamente el juego del enemigo. Esta división interna nos debilita. ¿De qué sirve? Solo el demonio se beneficia de esto.
Mons. Fellay olvida que el causante de la división ha sido él. No sospechamos una traición de su parte: él comete traición, objetivamente hablando (sin juzgar las intenciones), como lo prueba, entre otras cosas, la Declaración Doctrinal que escribió y presentó a Roma en abril de 2012 (y que jamás retractó), que es una traición objetiva en cuanto va más lejos (hace más concesiones) que el preámbulo que firmó Mons. Lefebvre y en cuanto contradice directamente la última voluntad de éste.
Verdaderamente, si ustedes tienen preguntas, plantéenlas. No duden en plantearlas a las autoridades. Yo no creo haber “masacrado” a cualquier cofrade que me haya escrito, incluso una carta desagradable. Puedo no estar contento, pero jamás he castigado a un cofrade que me haya escrito.
¿Y los más de 30 expulsados u obligados a renunciar en esta crisis? Ménzingen se vale de malas artes para eliminar opositores: unas veces los induce a renunciar a la congregación; otras veces se vale de la estratagema de “provocar la desobediencia”, como en el caso del P. Altamira, que según Ménzingen fue expulsado “por desobediente” y no por estar contra el liberalismo de Mons. Fellay, porque -dice Ménzingen- aquél no aceptó ser cambiado de Colombia a Buenos Aires, donde quedaba neutralizado. Pura hipocresía.
Si intervengo ciertas veces, como lo he hecho estos últimos tiempos, es cuando no se utilizan los caminos normales. Cuando se utilizan caminos subversivos, que ponen en peligro la sociedad, debo intervenir. (...)
El gran subversivo o revolucionario acá es Mons. Fellay. Él es quien está subvirtiendo el orden establecido por Mons. Lefebvre en la FSSPX.
Es importante. Desgraciadamente estos últimos tiempos ha habido torpezas, sin que haya habido malicias. A pesar de las interpretaciones que pudieron hacerse, yo no veo la intención, por ejemplo, de dirigirse hacia las comunidades Ecclesia Dei, o de envidiarlas, o de decir que ese es el camino que hay que tomar. Yo no lo veo. Sé muy bien que los textos pueden prestarse a confusión.
Lo que recientemente dijo su Primer Asistente, el P. Pfluger, es bastante claro (acá).
Esto es lamentable, pero al que aprovecha es al diablo. La debilidad humana está allí, sucede, luego hay que tratar de corregir. Yo lo lamento tanto que yo soy el primero que quisiera volver a dar esta serenidad, esta paz que es tan importante. El Buen Dios permite esta prueba. Yo suplico que esta prueba sea por el bien de todos, y que ya no se pierdan sacerdotes. Cada vez que se pierden sacerdotes es una victoria del demonio. Para nosotros es una derrota, para los superiores es una desgracia.
Para su Primer Asistente, que parece bastante más franco y directo, las expulsiones de los antiacuerdistas son una “purificación de la Fraternidad y deben ser vistas como una gracia”.
(…) Creo que esto viene del miedo de que el bien de la Tradición sea deshonrado, como si Ménzingen tuviera esta intención. Es como el rumor según el cual habría que atenuar el combate o ya no hablar.
Ningún miedo y ningún rumor: la traidora Declaración Doctrinal de abril de 2012 deshonró a la Tradición. Los tres otros Obispos dijeron en su carta del 7 de abril de 2012 que se ve en la FSSPX una “disminución de la confesión de la fe”.
Yo veo un momento donde, de manera deliberada, bajamos el tono, por decirlo así. Fue durante las discusiones doctrinales, y fue voluntario y reflexionado: para lograr discutir, había que evitar desencadenar las pasiones. Pues, desde que las cosas están en los medios de comunicación, se llega a un punto en que ni siquiera se puede discutir. Nosotros lo vemos ya entre nosotros, entonces imagínense, con Roma, es la misma cosa. En un momento bajamos el tono, pero eso no quiere decir que detuvimos todo.
¿Qué ganó con eso, sino causar la peor división en la historia de la FSSPX? ¿Había realmente necesidad de discutir con los herejes romanos? ¿Por qué no se atuvo a estas palabras de Mons. Lefebvre?:
“Sponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó. Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: ¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil” (Mons. Lefebvre, Fideliter Nº 66, 1988)
Esto no quiere decir que ésta es ahora la política: bajar el tono para siempre. En lo absoluto, es momentáneo. Entonces ¿se tomó una mala costumbre? No lo creo. Pues me parece que seguimos hablando. Creo que muchas cosas están en el orden de la interpretación, lo que pasa y lo que pasó. Una cosa es cierta, hay que continuar luchando contra los enemigos.
Estamos esperando que usted deje su habitual ambigüedad y su igualmente habitual diplomacia mundana, y retome el buen combate.

Continúa...