miércoles, 27 de diciembre de 2017

CÓMO UN CATÓLICO SE VUELVE LIBERAL



En el capítulo XXXI de su insigne libro “El Liberalismo es pecado”, don Félix Sardá y Salvany nos da las pistas para conocer de qué manera viene a caer un católico en el liberalismo. Es importante, afirma, conocer las causas de ese declive para entender por qué el Liberalismo ha alcanzado tal universalidad, al punto que hoy lo vemos extenderse hasta en las fuerzas de la Tradición católica, a quienes Mons. Lefebvre les enseñó a ser antiliberales. Para prevenirnos de caer en sus lazos y emboscadas, viene a ayudarnos la obra maestra de la doctrina antiliberal, cual es el libro de Sardá y Salvany. Nosotros ensayaremos una aplicación concreta a lo que ocurre en la actual crisis de la FSSPX, como así también una a manera de advertencia para los resabios liberales que pueden percibirse en la Resistencia.

Comienza diciendo Sardá y Salvany que “muy frecuentemente se cae en la corrupción del corazón por extravío de la inteligencia; empero más frecuente es todavía caer en el error de la inteligencia por corrupción del corazón. Esto muestra claro la historia de todas las herejías”. Sin dudas que esto último, la corrupción del corazón y de las costumbres, el reblandecimiento de la vigilancia y la tolerancia a las faltas voluntarias, es lo que se apunta, en aquellos que han recibido buena formación doctrinal, y por lo tanto sus inteligencias han estado, al parecer, sólidamente establecidas en la verdad y la fe de siempre. Nos referimos a quienes han surgido de las filas de la FSSPX. Pero nuestro autor nos enseña, con su habitual capacidad de síntesis, que todo se reduce a tres principios: “Casi siempre dimana el error, no de profundos y trabajosos estudios, sino de aquellas tres cabezas de hidra que apunta San Juan y que llama: Concupiscentia carnis, concupiscentia oculorum, superbia vitae. Por ahí se va a todos los errores; por ahí se va al Liberalismo”.

Resume estas pendientes a tres que son las más usuales:

1ª.Se hace el hombre liberal por deseo natural de independencia y ancha vida.
2ª.Por el anhelo de medrar.
3ª.Por la codicia.

Sardá y Salvany nos da las razones generales porque el hombre caído siempre tiene en sí la tendencia a abrazar el Liberalismo, que es emancipación, contra el enfrenamiento del Catolicismo. Veamos ahora el caso de la actual FSSPX. ¿Acaso ella no tiene como principios la obediencia a la jerarquía y, al buscar reintegrarse a Roma o la Iglesia oficial, no busca ella más su dependencia, y no su independencia?

En realidad, al buscar el “reconocimiento canónico” o, como suele decirse, el sello oficial de “Católicos”, por parte de autoridades que son liberales y modernistas, destructoras de la fe católica, la Neo-FSSPX está apuntando al punto número dos, esto es, a medrar, a prosperar,  a progresar, a subir en su brillante carrera. Entonces, ¿cómo es que puede acusársela de querer ser “independiente”? Precisamente porque la Neo-FSSPX pretende imponerle condiciones a Roma, en el acuerdo que busca obtener con ella, y esas condiciones buscan que la dejen con un margen de libertad, que la dejen “ser tal como es”, que le den una estructura que le permita estar menos condicionada, que le den “garantías” de cierta “libertad”. En otras palabras, que le den una cierta “independencia”. A eso se reducen las interminables negociaciones con Roma. Ahora bien, compréndase que si las autoridades romanas fueran verdaderamente católicas, y no modernistas conciliares, todo eso sería una rebelión contra la autoridad, como buscar una autarquía por el simple hecho de que no se confía en esas autoridades. El católico es enteramente dócil a la autoridad de la Iglesia, y en este caso, estando la autoridad oficial separada de la verdad y la doctrina católicas, se somete enteramente a la autoridad de la Tradición, de la Iglesia de siempre y de quienes hoy la representan, un puñado de obispos resistentes. La Neo-FSSPX, habiendo aceptado la pluralidad doctrinal y litúrgica en el seno de la Iglesia, pues pretende que “Roma tal cual es” (liberal y modernista) permita en su seno a una “FSSPX tal como es” (católica tradicional), está declarando buscar una “independencia”, al convivir dos doctrinas y dos ritos de la misa que no son compatibles, antes bien se excluyen, sin que una busque desplazar a la otra. Es por esto que puede decirse que la Neo-FSSPX cayó de lleno en el liberalismo, por esto y por el segundo motivo ya sugerido más arriba.

Se objetará que en su momento Mons. Lefebvre pretendió que le dejaran “hacer la experiencia de la Tradición”. Con el tiempo comprendió que esto era erróneo, y que “hacer la experiencia de la Tradición” sólo puede hacerse en el marco estructural de la Iglesia católica y no en el de la iglesia conciliar. Y por esto se puede decir que la FSSPX no será independiente ni autónoma en la medida en que esté adherida a la Iglesia Católica de siempre, a la Roma eterna.

La FSSPX actual se siente “coaccionada” por su adhesión a la Tradición, pues ciertos de sus integrantes, estando de ese modo reducidos y bajo la presión del mundo liberal, sienten que no pueden “medrar”, esto es, “hacer carrera”, obtener reconocimientos, tener renombre, ampliar su apostolado. Como bien resalta Sardá y Salvany, no ser liberal es crearse la mayor de todas las dificultades, y para resistir al demonio que muestra halagüeño el porvenir, se necesita heroísmo. “Y los héroes son pocos”, concluye nuestro autor.

Finalmente, claro, puede haber codicia, pero eso ya es mucho más difícil de demostrar, y no es decisivo en este caso.

Vaya la lección y advertencia para todos, sobre todo los sacerdotes que han salido de la FSSPX, algunos de los cuales aman esa “independencia” que poco a poco los vuelve acomodados a una situación que los desliza, por ese mismo acomodo, a buscar medrar personalmente ya sea con una reputación intelectual, ya con la satisfacción de ser un “aguerrido y fiel combatiente”, que se llama a sí mismo “antiliberal”, cuando en verdad es lo contrario, solamente alguien que quiere la ancha vida, más propia de un cómodo solterón, que de un soldado en el ejército de Cristo.


Ignacio Kilmot